viernes, abril 11

Lo rutinario de mi trabajo me dió
dos compañeros, uno más uno menos,
un amor y un amigo.

Y una vida independiente, claro.

Mi trabajo es ahora de otro dueño,
igual que mis compañeros.

Mi amor tuvo su fuego, mi amigo es mío.

Y ya no me cuesta
cagarme
en trivialidades.
Diez años duré ahí.

Y ya me voy.

Y la verdad siempre incomoda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La sensación, esa.
De irse sin haber habitado la casa, y llevarse el cultivo de algo que no fue cosecha: su amigo y su amor, frutos exquisitos.

Y son diez años, que no es poco, eh!, será nomás que se queda para saber irse.
Y puede que esos años se resuman en un viaje que vale la pena ser contado en mil y una noches.
Ud sabe que el escalón no es en definitiva tan alto como parece,y sin embargo la vida se ve tan diferente desde allá arriba. Serán los cerros, una verdad que no incomoda.

Yo quiero ser testigo. Vamos.